Soplando el diente de león


Salió de casa con el perro. Se puso pantalones y camiseta de manga corta para ir a correr. Ni siquiera se fijó en que llovía. Se puso a correr con el pensamiento en los ángeles del diente de león volando por el aire. Recordando su deseo y la inmediata e inesperada respuesta.

No le dijo nada a nadie. Sonreía. Sonreía feliz y seguía corriendo. Empapándose con aquella fina lluvia. Las gotas de agua resbalaban por su cara llevándole a los labios el sabor salado del sudor.

Tampoco notaba el frío, sólo sus piernas rosas como la piel de un bebé recién bañado le daban pistas de la temperatura. No le importaba, era feliz. Había formulado un deseo y, de algún modo, el universo o la física cuántica o alguna fuerza desconocida de atracción le acercaba lo que quería.

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