No es como ella espera. Es mejor.

El despojo progresivo de sus caprichos le permiten disfrutar de la sorpresa de esa diferencia. No es fácil. Es mucho más cómodo hacer las cosas a su manera. Los morritos y pucheritos no sirven para salirse con la suya. Esta vez se deja llevar para aprender lo que le tenga que enseñar el camino.

Cada vez que las cosas no son como ella espera. Se enfada, furiosa. Patalea y llora como una criatura. La tensión se acumula en su espalda y en su cuello. Le cuesta dejarse llevar hacia un espacio que no controla. Desposeída de su razocinio escrutador, se queda expuesta ante los antojos del tiempo y las circunstancias.

No le gusta. No le gusta nada esa exposición. Sabe que es un proceso, sabe que cuando todos esos nudos desaparezcan de su espalda, estará un poco más cerca de la iluminación que tanto anhela. Pero no le gusta.

Sabe que en esta historia, el esfuerzo y la perseverancia habituales no sirven.

El amor y las enseñanzas se entremezclan formando la dulce y compleja entropía de un organismo vivo. Difícil discernir los efectos y las causas.

El amor siempre queda y pasará lo que tenga que pasar.

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