Mal de altura, Jon Krakauer


Pero hay hombres para los que lo inalcanzable tiene un atractivo especial. Normalmente no son expertos: sus ambiciones y sus fantasías son lo bastante fuertes para arrinconar las dudas que hombres más cautos podrían abrigar. La determinación y la fe son sus mejores armas. En el mejor de los casos se los considera excéntricos; en el peor, locos [...]

El Everest ha atraído a bastantes de estos hombres. Su experiencia montañera era nulo o muy escasa; ciertamente, ninguno de ellos poseía el bagaje que convertiría la ascensión al Everest en una meta razonable. Tres cosas tenían todos en común: fe en sí mismos, una gran determinación y aguante.


Walt Unsworth
Everest


Crecí con una ambición y un arrojo son los cuales habría sido mucho más feliz. Pensaba mucho, y fui desarrollando esa pose abstraída del soñador, pues eran siempre las montañas remotas las que más me fascinaban. Yo ignoraba qué podía conseguirse a fuerza de tenacidad y poco más, pero el objetivo era muy ambicioso y cada tropiezo no hacía sino confirmarme en mi determinación de realizar al menos uno de mis grandes sueños.


Earl Denman
Alone to Everest


(pág. 121)

¿Hasta qué punto el atractivo del alpinismo no radica en su simplificación de las relaciones interpersonales, su reducción de la amistad a una mera interacción (como en la guerra), su sustitución del Otro (la montaña, el desafío) por la relación misma? Tras una mística de aventura, resistencia , libre vagabundeo –necesarios antídotos contra las comodidades y la calidad de vida de nuestra cultura– puede haber una especie de negativa adolescente a tomarse en serio la vejez, la fragilidad ajena, la responsabilidad interpersonal, la debilidad en general, el lento y nada espectacular paso de la vida misma...


David Roberts
“Patey Agonistes”
Moments of Doubt


(pág. 185)

[...] Los aspectos más gratificantes del alpinismo se derivan de la importancia que se dan a la confianza en uno mismo, a tomar decisiones críticas y afrontar las consecuencias.

(pág. 211)

Sabíamos que corríamos riesgos; las cosas se nos han puesto en contra y, por consiguiente, no hay de qué quejarse. Sólo nos resta plegarnos a la voluntad divina y sacar lo mejor de nosotros mismos hasta el final.


Robert Falcon Scott,
En mensaje al público en general,
Redactado justo antes de su muerte en la
Antártida, el 29 de marzo de 1912


Mal de altura, Jon Krakauer (pág. 271)

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