Chicas espumillón

Los chicos que nos gustaban se reunieron con nosotras y rieron y saltaron hasta más o menos la medianoche, y luego -porque ellos nunca pierden el juicio durante mucho tiempo- fueron en busca de la calma. Se habían divertido y ahora querían meter un gol con el mínimo esfuerzo.

Las chicas espumillón eran demasiado problemáticas. Un chico necesitaría toneladas de energía para mantener su ritmo, excelentes habilidades de negociación y algún que otro placaje para arrancarle los adornos del árbol de Navidad y darles un morreo. Las chicas espumillón no le reirán el chiste a un chico si no es gracioso. Beben más, hablan más y saben más sobre música, política y deportes que un chico. La chica calmada es una opción mucho más fácil: soltará una risita nerviosa con todos sus chistes de mierda, le dirá que todas sus aburridas historias de amigotes son interesantes y dirá que le gustaría beber más, pero que es tan delicada que el alcohol siempre se le sube a la cabeza.

La chica espumillón se despierta al día siguiente vestida de pies a cabeza, con la lengua pegada al paladar, los ojos sellados por el rímel, manchas de alcohol por toda la ropa, adornos navideños colgados de las orejas y tiras de espumillón envolviendo su cuerpo. Está, y no es de extrañar, sola. Mientras tanto, la chica calmada ya se ha levantado, se ha duchado, se ha vestido con su elegante ropa informal (...) y le está preparando el desayuno a su nuevo hombre.

Sinéad Moriarty. Amantes, amigos, embarazos... y más líos. (p. 48)

Comentaris

Entrades populars