Recogiendo los servicios de la naturaleza

Sus manos acariciaban los extremos de la fruta que intuía madura. Las ciruelas se desprendían fácilmente, como si el árbol agradeciese que aligeraran su peso. Un simple roce era suficiente para que las ramas compartiesen su fruto.

Su mente vagó hasta la fruta verde de las cámaras frigoríficas. Se imaginó las máquinas arrancando y rompiendo las ramas. Maltratando al árbol que laboriosamente ha engendrado un fruto que nos ofrecería en su punto, si le dejáramos terminar el ciclo de maduración.

Pensó que era una violación más del mundo andropocéntrico que le había tocado vivir. El control y la imposición del ser humano por encima de todo.

No era justo. La naturaleza nos sirve, nos ayuda, nos alimenta, nos sostiene. A cambio, sólo obtiene malostratos. Quizá Lovelock tenga razón, quizá Gaia deba vengarse, quizá Gaia ya ha preparado su venganza.

Fijó su mirada en aquellas piezas doradas que el árbol le acercaba y siguió rozándolas y recogiendo aquellas que las ramas ya soltaban.

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