Rupicapra Arrampicata

En aquel retazo de tierra, rodeada por vacas, hierbas e insectos; descubrió una nueva especie. Parecía de la familia de las Rupicapra, pero las diferencias eran evidentes: mucho más esbelta, más elegante diría, con el pelo menos crespo, más oscuro y de un color mucho más uniforme. Decidió ponerle Rupicapra Arrampicata.

Permaneció callada, entre los endrinos saboreando aquella fruta que le dejaba la boca rasposa como la lengua de un gato. La Rupicapra Arrampicata hacía otro tanto, en medio de la pedrera, miraba a quien la observaba, sin ningún temor.

Si alguien hubiese visto la escena desde lejos, se hubiese dicho que aquellos dos seres tan diferentes en apariencia, se habían mimetizado, se comportaban de igual manera, hacían los mismos movimientos, como hiptonizados.
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Cuando el sol dejó de calentar, se levantaron al mismo tiempo y cada una partió hacia su refugio.

Por la noche, delante del plato de sopa caliente, comentó que había visto una nueva especie y el nombre con la que la había bautizado.

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