Jarra de realidad

Aquello apestaba, tanta sensibilidad y ñoñería no eran propios de ella. Ese victimismo permanente en un ser tan fuerte era un sinsentido. Ahora se lamía las heridas, su saliva debía contener alguna sustancia que hacía cicatrizar de una forma increíble. A cada lametazo, desaparecía un rasguño, una herida.

Era fantástico ver como se rehacía. Incluso entre la mugre que había a su alrededor estaba resplandeciente. Sus ojos abandonaron la mirada lastimera y recuperaron el brillo pícaro.

Allí estaba, despertándose de un letargo de años. Los acontecimientos de los últimos días le habían hecho recuperar la ira. Esa compañera que bien dirigida era el motor de toda su energía y su fuego.

La había encerrado en su maleta y, de vez, en cuando se escapaba. Tenía que perseguirla corriendo para suplicarle que volviera dentro. La ira obediente y resignada volvía a meterse en el cofre.

Pero la Ira, el Tiempo, la Apatía, el Resentimiento, la Responsabilidad, el Amor, la Amistad, la Traición, la Disconformidad, la Autodeterminación y algunas más se pusieron de acuerdo; cogieron una jarra de agua bien fría y se la tiraron por encima para despertarla y recuperar aquella pieza tan importante en el juego.

Sintió como su estómago se encogía de rabia. Recordó la rabia que sentía cuando la ignoraban. Recordó que tenía derecho a enfadarse y que esconder la ira, era la mejor forma de no poder dominarla jamás.

En medio de la suciedad, del menosprecio y de los golpes que había permitido durante todos esos años; se volvió a lamer cariñosamente la piel y con un guiño amenazante, observó su presa a lo lejos, la miró detenidamente, izó el vuelo con sus elegantes alas recién limpias y curadas y se dirigió hacia el lugar de reencuentro para liberar definitivamente su ira.

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