El desgaste de la espera me destroza

De repente, lo supe. Te había esperado demasiado tiempo. Cada vez que te ibas, volvía a reprender mi camino y a tomar mis decisiones. Pero cuando aparecías, de nuevo, volvía a pararme, volvía a adaptarme a tu ritmo, demasiado lento para mí, insuficiente para mi actividad y esperaba.

Hasta que cansada de esperarte, me quejaba o me sentía mal conmigo misma. Tú no entendías nada y yo tampoco. No podía dejarte atrás y tampoco podía arrastrarte. Yo necesitaba más ritmo, pero no quería perderte ni dejarte solo.

Me quedaba a tu lado, cada vez más gris. Mis colores y mi energía se diluía y perdía mi esencia yendo a tu ritmo. El desgaste de la espera me destrozaba.

Y así, en un chasquido, me vino la revelación. El desgaste de la espera me destrozaba. Me quedé ante la copa de vino, sentada, mirando fijamente el color granatoso del líquido, saboreando las palabras: El desgaste de la espera me destroza.

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