Promiscuidad

No me queda sensibilidad, se dijo. No, esa sensibilidad blandengue de quien necesita que le hablen con rodeos. Había recuperado su franqueza, su espontaneidad, había dejado de refugiarse en la debilidad, para instalarse en su fortaleza.

- ¿Qué importa si las otras personas no soportan la verdad? ¡Que les follen!

Recordaba las palabras de Amaya y había decidido que en ese aspecto también necesitaba romper las normas. Necesitaba transgredir, no podía permanecer anclada en las viejas costumbres ni por respeto ni por decoro ni por vergüenza ni por el qué dirán.

No había sido así en ningún otro aspecto de su vida, así que pensó: ¡Que les follen! Voy a vivir como quiero vivir.

Necesitaba romper una vieja imposición social que la hacía infeliz y que la condenaba a serlo. Necesitaba llevar a cabo aquello que ya sabía, que ya había asumido hacía tiempo y que no se había atrevido a culminar. Transmitir su metamorfosis era necesario para transformar su entorno y que su entorno pudiese transformar al resto.

Así son los cambios, antes de que llegue el colapso. Si no conseguía esa transformación, por lo menos, habría sido feliz con su vida y se habría sentido satisfecha por haberlo intentado.

Comentaris

Entrades populars