Despertar del entorno
- Me he enamorado.
- ¿De quién?
- No importa la persona, importa lo que siento cuando estoy a su lado.
Cogió la taza de té y se recostó en el mullido sofá.
Sabía que tenía que prestar atención a sus palabras.
- A su lado todo es diferente, no es que lo parezca, lo es. Todo es sencillo, no existe la corrupción y si existe la ignora, no va con ella. Todo es espontaneidad, no hay tabús ni censuras. Es como una bocanada de aire fresco que sanea un ambiente cargado. ¿Sabes cuando sales de una sala repleta de gente y vuelves a entrar y notas el hedor de la aglomeración de personas? - Miró fijamente a los ojos de su colega y continuó. – Necesitas abrir una ventana y sacar la cabeza por la ventana o alejarte de allí. Te das cuenta del entorno enviciado y ya no puedes estar allí. Ella es la que ha abierto la ventana o la que te ha sacado de allí para que pudieses tomar conciencia de lo que estabas respirando. Es una especie de Morfeo, como un príncipe de uno de esos cuentos machistas que rescata a su princesa de las garras del mal. Pues así, pero en femenino.
Volvió a dejar el té encima de la mesa y continuó:
- ¿Sabes lo peor? Me he enamorado, pero no sé si puedo permanecer a su lado mucho tiempo. Tanta dosis de realidad ilumina, pero fatiga y la velocidad con la que absorbe la vida da vértigo. Quiero permanecer a su lado, pero me da miedo no poder con ese ritmo frenético. Parece tranquilo, incluso pausado, pero sólo ella está capacitada para mantenerlo.
Aún a sabiendas que me miraría con aire de reproche, me atreví a interrumpir su discurso:
- Pues que aminore el ritmo. ¿Por qué tienes que adaptarte tú?
Con su perfil aristocrático, alzó la barbilla y clavó sus ojos en los míos:
- Si frena, dejará de ser ella. ¿Cómo puedo decirle que frene si de lo que estoy enamorado es de eso?
- Si tú aceleras, serás tú quien dejes de ser como eres.
- ¡No pretendo acelerar! Tampoco quiero retenerla. Sólo quiero saborear los instantes – ella los llama eternos – que pase a su lado hasta que vuelva a revolotear para abrir nuevas ventanas.
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- ¿De quién?
- No importa la persona, importa lo que siento cuando estoy a su lado.
Cogió la taza de té y se recostó en el mullido sofá.
Sabía que tenía que prestar atención a sus palabras.
- A su lado todo es diferente, no es que lo parezca, lo es. Todo es sencillo, no existe la corrupción y si existe la ignora, no va con ella. Todo es espontaneidad, no hay tabús ni censuras. Es como una bocanada de aire fresco que sanea un ambiente cargado. ¿Sabes cuando sales de una sala repleta de gente y vuelves a entrar y notas el hedor de la aglomeración de personas? - Miró fijamente a los ojos de su colega y continuó. – Necesitas abrir una ventana y sacar la cabeza por la ventana o alejarte de allí. Te das cuenta del entorno enviciado y ya no puedes estar allí. Ella es la que ha abierto la ventana o la que te ha sacado de allí para que pudieses tomar conciencia de lo que estabas respirando. Es una especie de Morfeo, como un príncipe de uno de esos cuentos machistas que rescata a su princesa de las garras del mal. Pues así, pero en femenino.
Volvió a dejar el té encima de la mesa y continuó:
- ¿Sabes lo peor? Me he enamorado, pero no sé si puedo permanecer a su lado mucho tiempo. Tanta dosis de realidad ilumina, pero fatiga y la velocidad con la que absorbe la vida da vértigo. Quiero permanecer a su lado, pero me da miedo no poder con ese ritmo frenético. Parece tranquilo, incluso pausado, pero sólo ella está capacitada para mantenerlo.
Aún a sabiendas que me miraría con aire de reproche, me atreví a interrumpir su discurso:
- Pues que aminore el ritmo. ¿Por qué tienes que adaptarte tú?
Con su perfil aristocrático, alzó la barbilla y clavó sus ojos en los míos:
- Si frena, dejará de ser ella. ¿Cómo puedo decirle que frene si de lo que estoy enamorado es de eso?
- Si tú aceleras, serás tú quien dejes de ser como eres.
- ¡No pretendo acelerar! Tampoco quiero retenerla. Sólo quiero saborear los instantes – ella los llama eternos – que pase a su lado hasta que vuelva a revolotear para abrir nuevas ventanas.
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