El empacho de las explicaciones

La mujer viajera leía y mientras leía le daban ganas de decir lo que ella pensaba, de escribir sus matices.

Pero... ¿Para quien escribir? Pocas veces las palabras dicen lo que ella quiere expresar y el silencio lo ocupan otras voces que profanan sus pensamientos.

Nómada, no puede ser de otro modo. Ha dejado de esforzarse por saber con quien estuvo ayer y mucho menos recordar lo que hizo cinco minutos atrás. Su actividad onírica se funde con sus vivencias, así debe ser. ¿Cómo hacer entender eso?

Pontevedra
Se aleja de cada lugar, de cada persona para ofrecer la distancia y el espacio para empaparse e impregnarse de ellas y no aborrecerlas por empacho. ¿Cómo hacer que la entiendan?

Ahora el empacho es de despedidas y explicaciones. El correteo incesante de nuevas escenas y caras se agolpan minuto a minuto, día tras día, mes tras mes. Despedirse. Explicar su amor eterno sin excusas ni patrañas ni cadenas ni compromisos ni posesiones y explicar que ahora se va para, quizás, volver. Quizás, no. Explicar que eso no es una rotura, explicar que la distancia no termina con las cosas, explicar que desde que le conoció ya no puede abandonarle por muy lejos que me vaya. Explicar que eso es como el agua, que siempre ha estado presente en los cuerpos, en las mentes, en los corazones. Beber es necesario, beber hasta saciarse, satisface. Empacharse es otra cosa. Volver a explicar eso una y otra vez o mantenerse en la distancia que ofrece el papel de la frialdad o de la idiotez.

Empachada de frialdad e idiotez y ávida de atenciones...

La mujer viajera también se cansa, se cansa de revolotear, de ofrecer la imagen divertida y aventurera. Se cansa de no poder dencansar en un hombro sin sentirse culpable por su necesidad de moverse. Se cansa de romper normas y no dejarse llevar por las convenciones sociales que sabe que no podrá cumplir. Pero esto ya será de otro post...

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