Y de nuevo descubrí la traición...

Inocente, pensándome fuerte en mi fragilidad, me deshago en una mueca de dolor que nace en mis cervicales y me atraviesa hasta el centro de la espina dorsal.

Lo sé, me has traicionado. Intuía que algo pasaba cuando perturbé tu soledad fingida, cuando mentías.

Sabía que mentías o por lo menos que decías verdades a medias. También lo supe cuando me dijiste que no te fiabas de mí.

Pero no me importaba, cerraba los ojos y racionalizaba todo sentimiento o emoción. Ahora lo sé. Ahora sé que no te fiabas de mí, porque eras tú quien me traicionaba y el saberlo me causa dolor, me recuerda mi inocencia traicionada.

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