La mosca cojonera de las preocupaciones

Esta noche me he despertado preocupada. Hoy has sido tú, pero otros días es el trabajo, la familia o las amistades. Poco importa.

No podía conciliar el sueño y me he puesto a leer. Pero como ando preocupada, me he puesto a pensar y de repente una mosca gigante se ha puesto a revolotear en mi habitación y mi sueño se acabó.

¿Cómo puede ser que un 2 de enero una mosca gigante esté volando a las 5 de la mañana en mi habitación? Así que con el pensamiento fijado en la mosca y en mis preocupaciones he encendido el ordenador para escribir y he llegado a la conclusión de que las preocupaciones son como las moscas cojoneras de las noches de invierno: ya no las esperas, hacen tanto ruido al volar que te despiertan y para volverte a dormir o abres la puerta para que se marchen o las matas para que dejen de molestarte y aunque hallas puesto solución al problema, ya han conseguido desvelarte, así que lo único apropiado es aceptar que te has despertado y pensar o hacer alguna cosa hasta que puedas dormir o suene el despertador para ir a trabajar.

Así que aquí estoy, desvelada, sin matar a la mosca - porque en alguna de mis reencarnaciones debí ser monja budista y mi alma me impide actuar cruelmente contra cualquier forma de vida -; pensando en que me encanta escribir y que quizá, este blog que tengo un tanto abandonado desde hace algún tiempo, debería transformarlo en algo así como una libreta de ensayos para recoger ideas para ese libro que tengo pendiente de redactar desde hace tiempo.

Supongo que todo el mundo ha pensado alguna vez en escribir un libro y que, como todo, sólo hay que empezar, que luego las cosas van saliendo solas... Escribo realidad y ficción, experiencias propias y ajenas entrelazadas, a ver qué sale... En resumen un compendio de palabras variopintas.

De momento, sigo observando a mi compañera de cama (la mosca) y decidiendo si me hago cargo de ella...

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