Inanidad de la vida

De nuevo, testaruda, quiero comunicarme contigo y, una vez más, tu silencio. El doble click en el móvil me indica que has recibido mi mensaje y pasadas unas horas y unos días todo indica que no vas a contestarme.

Así que decido dirigirte unas palabras a las que no quieres o no puedes contestar. Al ponerme a escribir, me invade el sentimiento de saber que eso no es comunicación, que ya no sirve de nada escribir sin recibir respuesta, que el reflejo de mis palabras sobre el papel sólo me devuelven más de mí misma, lo esperado, el aburrimiento de lo esperado. Mi reflejo ya no me sorprende, ya está explorado y me he acomodado en reflejos neutros, afines a lo esperado y aceptable y así, poco queda ya por vivir o aprender.

¿Dónde encuentro la tensión excitante? ¿Se busca o te encuentra?

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