La paradoja del no cambio
Quiere hablar pero no sabe qué decir.
- ¿Sigues triste?, le preguntan.
- ¿Alguna vez he dejado de estar triste? ¿Alguna vez he dejado de estar contenta? ¿Alguna vez he dejado de llorar o reír?, reflexiona y no contesta.
Responde en un diálogo que no finaliza en su ombligo. Su ombligo no existe. Existe el ombligo de su interlocutor y el suyo existe porque su interlocutor existe.
- Quiero que nuestra relación no cambie.
- ¿Cómo no va a cambiar?
- Estamos en cambio y eso es lo único constante.
- Hay un ciclo periódico de cambios cada 7 ó 8 años.
- ¿Sí? Pues mi cambio debería ser no cambiar y eso se convierte en una paradoja porque estoy en un cambio constante y si no cambio, entonces cambiaré. No sé si me explico...
- ¿Sigues triste?, le preguntan.
- ¿Alguna vez he dejado de estar triste? ¿Alguna vez he dejado de estar contenta? ¿Alguna vez he dejado de llorar o reír?, reflexiona y no contesta.
Responde en un diálogo que no finaliza en su ombligo. Su ombligo no existe. Existe el ombligo de su interlocutor y el suyo existe porque su interlocutor existe.
- Quiero que nuestra relación no cambie.
- ¿Cómo no va a cambiar?
- Estamos en cambio y eso es lo único constante.
- Hay un ciclo periódico de cambios cada 7 ó 8 años.
- ¿Sí? Pues mi cambio debería ser no cambiar y eso se convierte en una paradoja porque estoy en un cambio constante y si no cambio, entonces cambiaré. No sé si me explico...
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