Transportar sangre para nada

De Angélica Liddell

son las 6 de la mañana. me acosté vestida y me acabo de levantar vestida. la soledad también es ver la erección de un tipo asqueroso en la sauna del hotel. un tipo que te trae amablemente un vaso de agua fresca con intención de que se la chupes, o de metértela por el culo. eso también es la soledad, la repugnancia que me produce el sexo ocasional, es decir, la ausencia absoluta de amor. a ver si esta vieja zorra me la chupa, pensaría el tipo.

me gusta el ruido del calentador de agua de la habitación. he aprendido a disfrutar de la compañía de los ruidos. me pica la cabeza como si la tuviera llena de bichos. hay habitaciones de hotel deprimentes y no deprimentes. esta de amberes pertenece a la primera clase. mis manos me dan miedo. son feas, están destrozadas por los cortes, llenas de venas fatigadas a causa de la extenuante tarea de transportar sangre para nada

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