En busca de la soledad

El caballo pagó toda la ira que llevaba acumulada. Montó en él de un salto y lo espoleó con violencia. Atravesaron al galope toda la ciudad, los cascos desprendían chispas al contacto con los adoquines.

Se alejaron rápidamente de toda aquella mediocridad humana. Se maldecía una y otra vez, lamentaba haber vuelto a confiar su ingenuidad y haberse desprendido de su coraza ante ojos enemigos sin darse ni cuenta.

Cuando consideró que estaba suficientemente alejada de cualquier presencia humana, permitió que el caballo impuesiera el recorrido y la velocidad. Se dejó llevar hasta un pasto rodeado por un bosque de espinos, fresnos y robles.

Bajó del animal y en un rincón apartada se puso a llorar hasta que las hadas, de nuevo, acudieron a ayudarla.

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