Tortuga de piel de lagartija con caparazón


Como una tortuga exhibo mi caparazón, mis patas, mis brazos, mi cola y mi cabeza. Paseo orgullosa, con la cabeza erguida. Sabiéndome protegida de cualquier agresión externa, pues rápida puedo esconderme tras mi duro caparazón donde sólo yo decido quien puede entrar.


Después de placenteras embestidas y de reclamar algunas dosis de caricias. Parto ligera con mi casa a cuestas a disfrutar de la luz del sol y el cielo estrellado de las noches, aparentemente libre de toda atadura.


Pero mi atadura es ese caparazón. Ese caparazón y esa piel de lagartija que se me pone cuando alguien me rechaza o yo creo que me rechaza.


Si yo, tortuga de género femenino, tengo el control y los tortugos tienen una mente más sencilla, ¿por qué alguien en su sano juicio va a besarme, luego dejarme sin sexo? ¿y al reencontrarse conmigo acariciarme y juguetear? 

Ante esa nueva experiencia y sorprendida, me encierro en el caparazón y aparece la piel áspera de lagartija que me protege ante lo inesperado y que temo pueda herirme. Reflexiono...


Cansada del vacío después de que algún tortugo se retire de mi caparazón, puede que sea el momento de salir del caparazón y convertirme en el centauro enclaustrado que me empeño en esconder dentro del caparazón.

Tímidamente y con la piel algo dañada, retiro la censura autoimpuesta y dejo volar mi imaginación y mi capacidad creadora.


Hoy la primera pesadilla me ha aterrorizado en el limbo de la locura y la cordura.  La petición está lanzada, ahora toca vivir lo que tiene que ser vivido.

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